Los días pasan entre las horas extra del trabajo en el verano, los ratos hurtados para la lectura y las noticias siempre fuertes, asombrosas, absurdas de H. El golpe sigue golpeando, la resistencia se fortalece, la indignación crece y se multiplica. Y hoy, de entre ese cóctel de eventos rutinarios, surgen las primeras noticias sobre Nocilla Lab, la tercera parte del "Proyecto Nocilla" de Agustín Fernández Mallo, que publicará Alfaguara el mes que viene. La nota es de Público y de ella dejo sólo la primera parte, con el ánimo de que ustedes, permitiéndose hurtarle una pausa al vértigo político, se vayan a leerla completa.
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miércoles, 12 de agosto de 2009
Primeras noticias sobre Nocilla Lab
Portada de Nocilla Lab. de AFMallo.
Han pasado tres años desde que Candaya publicara Nocilla Dream y muchas cosas han cambiado en la vida de Agustín Fernández Mallo (La Coruña, 1967). Otras no tanto: sus personajes siguen rodando solitarios, como él, aunque en la última entrega de su trilogía, Nocilla Lab (Alfaguara), su personaje ya tiene una pareja con la que caminar largo y confiar en silencio probablemente como él. De hecho, sus personajes siguen cenando ensaladas y agua, y él verduras a la parrilla. Siempre tiene cerca un paquete de Lucky Strike, como sus criaturas, y sigue viviendo en Palma de Mallorca y trabajando en el mismo hospital.
Han sido tres años en los que ha habido de todo, desde la creación de una generación literaria a la discusión de la legitimidad de sus propuestas revolucionarias en la novela. Tres años en los que se ha leído y escrito de todo, mientras él iba soltando año a año la nueva entrega del experimento. Escribió las tres en apenas siete meses, al hilo de un accidente en Tailandia en el que se rompió la cadera. Postrado en la cama fue derivando desde la novela completamente fragmentada, como la visión de toda esa televisión que debió tragarse durante su convalecencia, a esta tercera entrega en la que la narración tiene un motivo de recorrido y un personaje en evolución.
En septiembre llegará la hora de ver cómo sienta la última nocilla a sus fieles y a sus enemigos. Quiere saber qué dirán los más reaccionarios porque en este tiempo que Agustín Fernández Mallo se ha convertido en Agustín Fernández Mallo ha tenido que escuchar y leer más de lo que pensaba: "Que no tengo ni puta idea de escribir, que lo único que sé hacer es mezclar fragmentos al azar, que no sé formar una historia, que eso lo que hago lo hace cualquiera (como aquello de Picasso y los dibujos de los niños)", se queja con cierta amargura. También durante estos años le hemos visto decir que estas críticas contra lo contemporáneo sólo ocurren en literatura, que en otras artes asumen aspectos como la hibridación de los géneros.
"Ahora seguramente dirán que cuando quiero hacer una novela de verdad es fallida, que tenían razón Hay mucha mala hostia". "No gasto un segundo en amargarme porque alguien haga algo que no me gusta. ¡Hay para todos! Tranquilidad, hombre, tranquilidad. No me ofende que haya otras cosas", suelta, con un acentazo gallego que mantiene, a pesar de estos 13 años en la isla.
En Nocilla Lab ha partido el libro en cuatro, desde toda la densidad de la palabra en la primera parte, hasta la práctica desaparición de la misma al final, momento en el que se convierte en imagen e incluye una breve historia en formato de cómic, dibujada por el grandísimo Pere Joan. Por cierto, el dibujante lleva desde enero recreando Nocilla Experience en novela gráfica, que también publicará Alfaguara.
En Lab, una pareja trama su "Proyecto" y él lo cuenta como una road-movie, aunque en ningún momento se aclare en qué consiste ese gran plan que elaboran entre los dos. La pareja participa de una búsqueda obsesiva, que se hace extenuante en los pensamientos (sin un solo punto y seguido) del personaje, que se llama como el autor del libro.
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Sobre la poesía...
Esto lo opinaba Perinola desde su posición de poeta. Haciendo versos desde la infancia, había descubierto que no querían decir nada; y viviendo había descubierto que el lenguaje servía para decir cosas. Había una incompatibilidad, que era lo que lo había comprometido con la poesía. Porque la poesía, al no querer decir nada con el instrumento que servía para decir cosas, decía algo, que era a la vez algo y nada. Amaba ese enigma, pero estaba convencido de que no podía durar. Era demasiado extravagante. Eso se la hacía más preciosa. Efímera, la poesía era una flor rara que se había abierto por casualidad, y el milagro había querido que se abriera justo cuando él vivía. En el futuro, una humanidad más razonable haría buen uso de la prosa.
Parménides. César Aira.
Parménides. César Aira.
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