domingo, 21 de diciembre de 2008

Mis mejores lecturas del 2008

Algunas de mis lecturas 2008. mimalapalabra.
No necesito pensarlo mucho. Seis títulos me vienen de inmediato a la cabeza de entre todo lo leído este año. ¿Debo creer en el azar como único “criterio” que permite a estos seis libros ser los primeros en mi recuento anual de lecturas? No. Vuelvo a hacer la prueba y ahí están de nuevo. Cambia ligeramente el orden, pero siguen siendo los mismos:
Chesil Beach, de Ian McEwan, una gran lección moral, una historia tragicómica y un magistral ejemplo de ironía. Con la maestría y la elegancia que lo caracterizan, McEwan construye este pequeño monumento narrativo a partir de un episodio simple, pero acaba convirtiéndolo en un asunto complejo en el que la extrema cortesía propia de la época y de la sociedad inglesa viene a ser el elemento clave, el más importante para la vida de los personajes.
Nocilla Experience, de Agustín Fernández Mallo, que, después de su anterior novela, ha vencido felizmente mis prejuicios. La “realidad Nocilla” ha sido concebida plenamente incluso antes de su fundación, es decir, lo que leemos en la novela son apenas los fragmentos deliberadamente expuestos de esa realidad: una sucesión de historias que, separadas, podrían constituir perfectamente los inicios de muchas otras novelas.
El mar, de John Banville, que era la primera novela suya que leía y que me ha llamado a enlistarme en su ejército de lectores fieles. La voz del narrador es memorable, quizá precisamente -paradójicamente- porque su memoria falla, y siempre está dudando de si lo que nos cuenta ocurrió de esta manera o de esta otra. Magistral.
Dietario voluble, de Enrique Vila-Matas, porque desde hace mucho tiempo soy un lector irremediable de su obra, y éste es un libro divertido e inteligente que se puede leer como un diario o como un conjunto de artículos o como una novela o como… La vida como una gran novela. Eso es lo que hace Vila-Matas con su vida: observarla –y anotarla- (narrarla) como si de la trama de una novela se tratara.
Wilt, de Tom Sharpe, que compré por un euro bajo una carpa en una rambla y que resultó casi tan hilarante como La conjura de los necios. Novela inteligente y humorística, pero humorística en serio. Increíble capacidad de hacer que uno se retuerza de la risa.
Casi nunca, de Daniel Sada, una novela con un lenguaje coloquial explotado de la manera más culta posible. En ese sentido, casi tan pegajosa como el Quijote. Y divertida a más no poder. Uno no deja de ver la foto de Sada en la solapa del libro y decir: "¡Qué magnífico narrador!". Y por supuesto que Bolaño tenía razón cuando dijo que de su generación admiraba a Sada porque su proyecto narrativo le parecía el más arriesgado.
P.D.: Cuando elaboré esta shortlist de mis lecturas de este año (originalmente para enviarla al especial de HermanoCerdo, en donde fue publicada en su primera versión: click aquí), dejé por fuera algunos libros sólo por el hecho de que aquellos seis fueron los primeros que me vinieron a la mente en ese momento. Pero cómo dejar de mencionar otras buenas lecturas del 2008 a manera de recomendación a los lectores de este blog:
La carretera, de Cormac McCarthy, una novela que leí en un par de días porque esa situación extrema de sus dos protagonistas me mantenía en suspenso. Por supuesto esto tampoco habría sido así si la prosa de McCarthy, con esas frases cortas y esos diálogos tan bien logrados, que son como pequeñas lecciones de vida, no me hubiera atrapado desde el principio.
Elegía y El lamento de Portnoy, de Philip Roth, un autor que muerde fuerte el tema de la moral gringa y la cuestiona con magnífica ironía.
Corre, Conejo, de John Updike, que tanto por la historia que cuenta como por la profundidad de las reflexiones entorno a su personaje principal, me recuerda La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera.
Estrella distante, de Roberto Bolaño, una lectura absurdamente postergada no sé si por desidia o porque tanto Bolaño por todos lados llega a joderlo un poco a uno en determinado momento. Afortunadamente le llegó el día a esta genial novelita, a la altura de Los detectives salvajes y de 2666.
Y por último, dos libros hondureños:
Final de invierno, el largamente esperado primer libro de cuentos de Dennis Arita, que confirma la calidad de su escritura demostrada en periódicos y revistas nacionales durante varios años. Cuentos que tienen su revés, porque no siempre lo que se cuenta en ellos es todo lo que cuenta. Algunos cuentos suyos, aunque no de este libro, puede leerlos dando click en La naturaleza del pescador y Monstruo.
Desde el hospicio, de Gustavo Campos, único libro de poesía que alcancé a leer completo este año, quizá porque su autor es amigo mío, pero también quizá porque esos poemas no reúnen “versos de imaginería inútil”, como llama otro amigo a este fenómeno tan popular entre nuestros poetas sino porque dan fe del buen lector de poesía que ha sido Gustavo y de lo que, escribiendo, es capaz de hacer. En este libro, en esta poesía la existencia misma es un acto poético. Algunos poemas suyos aquí.
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